Saber la diferencia entre industria cultural y producción cultural es necesario para entender muchas cuestiones del campo de la cultura, principalmente del productor de cultura, que en general adoptan referentes sin noción de la subcategoría a la que pertenecen y por lo tanto pueden incurrir en errores no solo conceptuales sino de producción y difusión.
“Industria cultural” es un concepto que se le atribuye al filósofo Theodor Adorno (1903-1969), integrante de la conocida “Escuela de Fráncfort” del Institut für Sozialforschung (Instituto para la Investigación Social) de la Universidad de Fráncfort; surgido de los estudios realizados desde su exilio en EEUU junto a Max Horkheimer en el ensayo “Dialéctica de la ilustración. Fragmentos filosóficos” (1944-1947)
Adorno define a la industria cultural como aquellos sectores encargados de la creación, producción, exhibición y distribución de servicios y bienes culturales, bajo el modelo de producción en masa. Según el filósofo, lo producido por los estudios de cine, editoriales, radios, televisión y discográficas, son productos diseñados por el departamento de marketing dedicados a descubrir los gustos insatisfechos del público masivo. El resultado es un producto pensado para entretener durante una temporada, hasta ser reemplazado por el siguiente en su tipo. Según el filósofo, esa clase de producto funciona para reafirmar el status quo y recuperar las energías del trabajador alienado del capitalismo, es decir, una especie de narcótico que para olvidar las penas.
Cualquier industria requiere de una estructura organizacional compleja y una línea de producción compuesta por bloques de especialistas. Sus productos no se lanzan al mercado sin haber sido sometidos a estudios de mercado, factibilidad y rentabilidad.
Podría decirse que un producto de la industria cultural, ha sufrido adaptaciones “impuestas” por el mercado hasta encajar en algo con altas posibilidades de aceptación dado que copia fórmulas de éxito probadas anteriormente.
La producción cultural que no es industrial, se caracteriza por nacer de las necesidades de expresión del autor por delante del ánimo de lucro. Dado que vivimos en un medio cruzado por consumos de todo tipo, probablemente sufra cierto grado de “contaminación” del mercado de la industria cultural, pero que no son producto de estudios de mercado.
Producir cultura de esta forma garantiza la liberación de muchos condicionamientos que exigiría la industria, pero a la vez implica asumir el riesgo de pasar inadvertido. Esto no significa necesariamente que la obra sea mala, sino que adolezca de correcta difusión.
Es posible que una producción artística sin que se lo haya propuesto, capte la atención de público masivo, cuestión que no pasará desapercibida por la industria, y procure integrarla a su catálogo.
No tiene sentido hacer un juicio de valor sobre la decisión de operar en uno u otro sector del campo del arte, pero sí es necesario no incurrir en el error de producir algo que no corresponde a un sector con el objetivo de ser aceptado sin experimentar algún cambio.
Aníbal A. Rodríguez, es Licenciado en Gestión del Arte y la Cultura por la Universidad de Tres de febrero, UNTREF (Buenos Aires, Argentina)
Artista digital como Aníbal Pees Labory, egresado de la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano (Bs, Aires), Diseñador gráfico y audiovisual.
Fundador y director de “HUMUS” y “CUIDATE CULTURA”.