Por Aníbal A. Rodríguez (i)
El Instituto Di Tella figura en el imaginario de la gente como el epicentro de “La manzana loca” lugar en que se instaló la sede correspondiente al Centro de Experimentación Visual inaugurado en 1963, en la calle Florida de Buenos Aires, pero en verdad su fundación fue en 1958 y estaba compuesto por El Centro de Investigaciones Económicas (CIE)1960; el Centro de Investigaciones Sociales (CIS), 1963; el Centro de Experimentación Audiovisual (CEA), dirigido por Roberto Villanueva, 1963, el Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales (CLAEM), 1963, a cargo de Alberto Ginastera, y el Centro de Artes Visuales (CAV), 1963, dirigido por Jorge Romero Brest.
Los fundamentos para proyectar un emprendimiento de esta envergadura son numerosos pero básicamente se trataba de promocionar el arte argentino a nivel mundial y lograr que Buenos Aires sea un centro importante de producción cultural en la región, aprovechando el auge de algunos autores y artistas que por entonces habían logrado reconocimiento a nivel mundial.
La estrategia era crear una institución análoga a las que estaban operando en Europa y EEUU y crear un puente de intercambio con ellas. Torcuato Di Tella, fundador de la industria “Siam Di Tella”(1), había sido un importante coleccionista de arte, cuya colección luego de su fallecimiento, se pensó exhibir en una galería propia y en muestras ambulantes; esa institución además organizaría un premio anual para artistas nacionales e internacionales, cuyas obras se sumarían a la colección garantizando de ese modo la representatividad de los nuevos artistas e inaugurando una vía alternativa al circuito tradicional de consagración de artistas.
Como parte del programa de premios se otorgaban becas de estudio en el extranjero y la posibilidad de una muestra unitaria en EEUU o Europa, con la idea de que el artista retornara para estimular el mundo artístico local. Además se invitaría a pares y críticos extranjeros para visitar Buenos Aires como parte de un programa de intercambio.Los recursos más significativos del instituto provenían de la fundación Di tella, la fundación Ford y la fundación Rockefeller.
Para lograr mayor autonomía, el instituto tenía su propio directorio que incluía académicos e intelectuales ajenos a la familia Di Tella.Como se cita al principio, el mote “manzana loca” de la cuadra en que se encontraba el instituto, se debió principalmente a que en sus alrededores se concentraban comercios, bares y galerías con perfil innovador, provocador y vanguardista, que atraían gran cantidad de público entre artistas y curiosos de todas las edades, siendo un punto de encuentro rico en experiencias que eran noticia para los medios.
En cuanto al desempeño de los artistas, es importante señalar que atrás de las excentricidades y aparente sinrazón de muchas de sus actividades, que en alguna ocasión superaron el delgado límite entre la ridiculez y el experimento fundamentado, las convocatorias al premio Di Tella no eran abiertas sino selectivas; el ganador del premio o la beca surgía del grupo de artistas invitados. Esto fue motivo de descontento para otros artistas que criticaron el sesgo de la selección enfocada a un arte “sin compromiso político o social”. Tengamos en cuenta el momento histórico de entonces: Guerra de Vietnam, el Mayo francés, 1968; el gobierno de facto de Onganía, 1966; el “Cordobazo” (unión de estudiantes y obreros en la provincia de Córdoba, en protesta contra el gobierno de Onganía, 1969)
A pesar de ello, juzgando desde nuestro presente, es posible hacer una valoración importante sobre esa etapa experimental del Di tella que sufrió la banalización generalizada de la sociedad y no figuró en los planes de estudio de la academia de arte sino hasta el retorno de la democracia en 1983. Finalmente en 1970 el Instituto Di Tella, acosado por la dictadura y sus continuas razias, problemas de financiamiento y de inflación, cierra sus puertas.
Según John King(2), hacia 1969 se combinan la restricción de presupuesto, la polarización política que deviene en rechazo de las instituciones, el éxodo al extranjero de muchos grupos de teatro y la censura. Esto hizo que los centros de arte que nucleaba el instituto buscaran espectáculos que pudieran solventar su desarrollo. Así, Nacha Guevara y Les Luthiers, junto a festivales de rock, fueron los números que apuntalaron la continuidad de las actividades.
Ya sobre el final, y a propósito de los obstáculos que impidieron la continuidad del Instituto, la indiferencia y la hostilidad de muchos funcionarios gubernamentales, la reticencia del gobierno a despegar a la compañía del instituto, firmó el final. Desde la empresa, por su parte, el proyecto cultural era visto como algo absurdo en relación al déficit que sufría la compañía. Así, y en el medio de un confuso episodio, el edificio de la calle Florida cerró en mayo de 1970.
Como veremos en la próxima publicación “El Centro de Centro de Arte y Comunicación”, fundado en Buenos Aires por Jorge Glusberg en 1969, el legado del Di Tella tuvo su proyección en emprendimientos análogos y, a la luz de estudios actuales, fue destacable al lograr posicionar al arte como parte de los consumos culturales del público masivo e integrarse casi al mismo tiempo con la industria a través del diseño industrial, la arquitectura y en aspectos sociales como la comunicación.
(i) Téc. en Gestión Cultural, UNTREF, artista plástico, diseñador multimedia; Fundador de “Cuidate Cultura” .
(1) Siam Di Tella fue una empresa argentina de capitales nacionales fundada por Torcuato Di Tella en 1911. El nombre SIAM derivaba de las siglas Sección Industrial de Amasadoras Mecánicas, ya que el negocio original de la compañía fue la fabricación de amasadoras mecánicas de pan, aprovechando una disposición de la municipalidad de la ciudad de Buenos Aires de 1910 que prohibía el amasado manual. (fuente Wikipedia)
(2) John King, “El Di tella”, 2007. Profesor de Historia cultural latinoamericana en la Universidad de Warwick (R.U.). Es autor y editor de una docena de libros sobre diferentes temas de literatura, poesía, cine y pensamiento latinoamericano. Entre ellos, “The Cambridge Companion” to Modern Latin American Culture (2004) y un estudio sobre la revista mexicana Plural (1971-1976), en prensa.
Aníbal A. Rodríguez, es Licenciado en Gestión cultural UNTREF (Buenos Aires, Argentina)
Artista digital como Aníbal Pees Labory, egresado de la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano (Bs, Aires), Diseñador gráfico y audiovisual.
Fundador y director de “HUMUS” y “CUIDATE CULTURA”.
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Caminar x Florida era nuestro paseo de los viernes, antes de tener las niñas, cuando yo salía de trabajar como programador IBM en La Franco Argentina. El paseo terminaba en la galería donde estaba el Instituto Di Tella donde reinaba la nouvelle vague. Allí fue que conocimos al conjunto I MUSICISTI, que cantaba El teorema de Pitágoras, inolvidable!!!!. Que luego se llamarían Les Luthiers.
Impresionante testimonio de época!