“Ahora los bosques están cubiertos de hojas, ahora el año está en su más bella estación”.
Virgilio
“Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”.
Pablo Neruda
La primavera, para muchas personas, implica una percepción de renacimiento. En el valle 16 de Octubre donde se asienta Trevelin (su nombre significa en idioma galés: pueblo del molino) el fin del invierno no solo es una sensación sino la estación donde los días se extienden considerablemente, entre el 21 de septiembre hasta el comienzo del verano.
Le puedo dedicar numerosos artículos y miles de palabras narrando el lugar que hoy considero mi hogar, ubicado a 1980 kilómetros de mi pequeña y querida Buenos Aires natal, cerca de la Cordillera de los Andes, comarca de la Patagonia por excelencia, llamada por el resto de los residentes de la provincia de Chubut como el jardín de su provincia.
Si Trevelin es el jardín de Chubut, el campo de tulipanes es el jardín del pueblo del molino, no es el único, ni tampoco el más importante, pero si es muy particular y le hace honor a la región. Este pequeño artículo va a tratar sobre ese edén de solo tres hectáreas, donde miles de bulbos de veintisiete especies distintas lo visten de luz y colores, creando un espectáculo y una experiencia sensorial única.
La historia de los tulipanes, es una metamorfosis digna de una novela, los bulbos son ordinarios, en apariencia muy similar a una cebolla antes de ser arrojados a la tierra, en la actual Holanda dieron forma a la primera burbuja del capitalismo en el siglo XVII, pero cuando se siembran y entran en contacto con el medio se produce la magia, el proceso da como resultado un producto de inigualable belleza, solo resta que el observador pueda sentirlo con cada uno de sus sentidos.
El campo ubicado en las afueras de Trevelin se abre al público solo en el mes de octubre entre las 8 y las 18 horas, caminar con ellos (parece que estuvieran atentos a las miradas y que nos siguen) es una reconciliación con nuestra propia esencia, la claridad del cielo, las montañas con sus techos blancos y la inmensidad tan patagónica nos recuerdan esa frase de Shannon Hoon “La vida no es solo un paso de puntilla a través de los tulipanes” cantante de Blind Melon fallecido en 1995. Y si bien es cierto que vivir tiene su complejidad, también es verdad que no dan ganas de salir de ahí nunca.
Imperdibles para aquellos que aman la fotografía, son las salidas que se organizan los sábados después del horario habitual de visita, ese periodo temporal donde la noche no es noche y la tarde se funde en un color azulado contemplando la salida estelar de las luces del cielo, es increíble cómo se fusiona el paisaje colorido de los tulipanes con el cielo impreciso, todo el show siempre custodiado por esas magnánimas columnas pétreas que nos revelan nuestra definida y limitada presencia.
Como dije al principio, no es una nota de Trevelin, sino solo una reseña mínima de un pequeño universo que forma parte de él.
“¿Es esto el cielo? No, es Iowa” del film “El Campo de los sueños” de 1989 (basado en el libro “Shoeless Joe” de W.P. Kinsella).
Así como en la película referida, donde el personaje que interpreta Kevin Costner decide realizar lo imposible: construir un campo de baseball en una granja; en 1997 una familia de pioneros en un pueblo cerca de Chile concluyó erigir lo irrealizable: sembrar tulipanes y expórtaselos a los países bajos.
UBICACIÓN: RUTA NACIONAL 259, Kilometro 50.
Leandro A. D´Agostino Lupes. Antropólogo y periodista autodidacta de la cultura, productor y escritor de radio.
En una época produje ciclos de música y compartí la dirección de un sello discográfico.
Licenciado en Administración UBA por accidente.
Padre de dos hijos porteños y una hija patagónica de tres años.
De novio hace 23 años con la madre de mis tres hijos multiculturales.