La seducción que produce la locura como ponderación de la creatividad en algunos sectores de la sociedad, parece haber tenido origen en la producción simbólica que avalan las instituciones e industrias de la cultura.
Adiós a la academia
En el transcurso de los últimos siglos, el arte ha sido un reflejo de la evolución humana, marcando hitos significativos que desafían constantemente las normas establecidas. A medida que el mundo presenciaba la llegada de corrientes artísticas revolucionarias, la pregunta persistente resonaba en la mente de los artistas: ¿qué queda del arte cuando se despojan de sus premisas fundamentales?
Durante 150 años, desde la aparición de la fotografía, el arte se aventuró más allá de la mera imitación de la naturaleza. Se embarcó en una búsqueda audaz, a menudo guiada por la ciencia, que abrió nuevos horizontes de exploración artística. La luz, su incidencia en diferentes momentos del día y estaciones del año, los sueños, leyendas, efectos de sustancias tóxicas, esquizofrenia, arrebatos de ira y explosiones; todo se convirtió en lienzo para la expresión creativa.
Bajo la amplia categoría de “creatividad”, se desató una caja de Pandora en la que conviven tanto obras maestras como demonios en los museos de renombre y desde allí las tendencias se desparraman en el vasto campo del arte.
La conexión entre la creatividad y la locura ha sido un tema recurrente en la historia del arte. Obras geniales han surgido de mentes que oscilan en el filo de la realidad, fusionando la genialidad con la excentricidad. La esquizofrenia, los arrebatos de ira y otras manifestaciones de la mente humana han sido interpretados y plasmados en lienzos ponderadas como formas de expresión única. Sin embargo, esto implica un riesgo que cala profundo en la sociedad.
A diferencia de las ciencias exactas, donde un error puede tener consecuencias fatales en campos como la ingeniería o la medicina, el arte tiene la capacidad de permanecer en su propio estado de gracia sin cobrarle la vida a nadie, aunque esté mal hecho.
La ponderación de la locura
La ponderación de la locura como síntoma de creatividad es un debate en curso que desafía las nociones convencionales de cordura y genialidad. En un mundo donde la originalidad se valora tanto como la técnica, explorar los rincones más oscuros de la psique humana se ha convertido en una herramienta para desbloquear nuevas formas de expresión artística. ¿Es bueno eso?
Mientras los museos nos invitan a cuestionar nuestras propias percepciones y a sumergirnos en un viaje donde las fronteras entre la realidad y la imaginación se desdibujan, nos preocupa que, desde allí, este tipo de creatividad vinculado a la negación de reglas, se transforme en normativa y llegue más allá de las fronteras del arte. Es preocupante que toda reglamentación natural sea desvinculada automáticamente per se, en pro de la “creatividad”, porque la creatividad aplica a todos los campos de la vida humana como producto del análisis y solución a un problema, pero si se considera lo creativo como oposición a un orden establecido, es posible que estemos ante un acto de oportunismo disfrazado de creatividad.
A medida que las instituciones culturales nos sumergen en un viaje donde las fronteras entre la realidad y la imaginación se desdibujan, surge una inquietud latente en la mente de quienes aprecian el arte y su papel en la sociedad. La preocupación se enraíza en la posibilidad de que la creatividad, vinculada a la negación de reglas, se convierta en una normativa por sí misma.
La línea entre la genialidad y la imprudencia es tenue. La creatividad que surge de la verdadera innovación y la búsqueda de soluciones puede dar forma a la sociedad de maneras positivas. La preocupación central radica en que la desvinculación automática de cualquier reglamentación en nombre de la creatividad puede llevar a la aceptación indiscriminada de obras que carecen de fundamentos sólidos.
Oportunistas del arte y algo más…
La creatividad sin restricciones puede convertirse en una herramienta para el oportunismo, donde la originalidad se sacrifica en aras de la provocación superficial. En un intento de romper con las normas establecidas, se corre el riesgo de perder de vista el propósito genuino de la creatividad: la resolución de problemas y la creación de significado.
Es crucial encontrar un equilibrio entre la libertad creativa y la responsabilidad artística. Los museos, como guardianes de la expresión artística, deben jugar un papel activo en fomentar la creatividad que surge del análisis y la reflexión. En última instancia, la verdadera creatividad no es solo la negación de reglas, sino la capacidad de redefinirlas de manera significativa para contribuir al avance y la comprensión de la sociedad.
Aníbal A. Rodríguez, es Licenciado en Gestión del Arte y la Cultura por la Universidad de Tres de febrero, UNTREF (Buenos Aires, Argentina)
Artista digital como Aníbal Pees Labory, egresado de la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano (Bs, Aires), Diseñador gráfico y audiovisual.
Fundador y director de “HUMUS” y “CUIDATE CULTURA”.