En tierras de chori-pan, cumbia, folklore, bocas de marinero, abuelas de la Plaza de Mayo y un presidente que utiliza su país como un distrito rojo para multimillonarios, 2001… perdón, quise decir que 2024 está rimando con la historia. En Argentina, donde los lazos que unen la perspectiva familiar son tan gruesos y fragmentados como el humo que sale de mi cigarrillo, políticas aparte, bueno, gran política aparte, la energía primordial de algo más profundo está sobre nosotros. La Copa América está aquí. Es una sensación diferente en las calles. La importancia de la copa es… bueno, la sensación que percibo de la gente es que es una victoria esperada.
Las últimas apariciones de nuestro ‘Ángel’ están aquí y lo cosecharemos. No es arrogancia; es una autoconciencia, un respiro de alejarse de un puente económico, un sentimiento de ‘al menos tenemos esto para mostrarle al mundo’ fluye a través del crujiente aire invernal sudamericano.
En los clubes de barrio, centros deportivos y sociedades de fomento de la comunidad, hay un nuevo orgullo impulsado, la alegría crecida con virilidad ancestral mientras sus jóvenes plantan semillas. El futuro de la selección argentina está en sus manos y lo saben. Estos clubes locales, no son solo para el deporte; son el latido del corazón de la comunidad, una razón para un grito tribal que ha sido transmitido generacionalmente. Cuando estos miembros tribales institucionalizados salen a las calles, envueltos en los colores de su clan, la gente se da cuenta. Los aficionados rivales lanzan insultos tan casualmente como un saludo, y para aquellos que sangran los mismos colores del equipo, incluso una mirada y un asentimiento de cabeza pueden traer un espíritu afín, haciendo que el mundo tenga sentido por un momento, una emoción eléctrica de ‘estamos juntos en esto’.
Esto es la verdadera esencia de la cultura futbolística argentina: una conexión primitiva con la tierra (sea consciente o no) y con la esencia de lo que significa ser humano. Un recordatorio de que en este mundo globalizado y moderno, hay algunas costumbres antiguas que se niegan a perder su esencia. Mientras termino mi cigarrillo, no puedo evitar preguntarme cómo debe sentirse ser criado con esta locura, la emoción cruda, tanto extática como desesperada. Cantar canciones por tus colores, y tener extraños convirtiéndolo en un coro tribal. Solo hay una forma de sentirlo verdaderamente; vívelo de primera mano, hazte miembro y deja que la locura te consuma hasta que ya no estés seguro de dónde empiezas tú y la tribu termina. Al final, de eso se trata todo esto, de perderse en la emoción colectiva del momento, sentirse renacido, un verdadero niño del hermoso juego.
English version
When the Politics get weird, let’s talk football.
In the land of Chori-pan, Cumbia, Folklore, sailor mouths, grandmothers of Plaza de Mayo (Abuelas de Plaza de Mayo), and a President using his country as a red light district for billionaires, 2001… I mean 2024 is rhyming with history. In Argentina, where the ties that bind familiar perspective are as thick and fragmented as the smoke coming off of my cigarette, politics aside, well, grand politics aside, the primal energy of something deeper is upon us. Copa America is here. It’s a different feeling in the streets. The importance of the Cup is… Well the feeling I get from the people is that it’s an expected win.
The last sightings of our ‘Angel’ is here and we will collect. It’s not arrogance; it’s a self awareness, a break from talking yourself off an economic bridge, a feeling of ‘at least we have this to show the world’ flows through the crisp South American winter air.
In Neighborhood clubs, centers for sports and a foundation for community, have a new driven pride, the grown cheer with ancestral virility as their young plant seeds. The future of the Argentine selection is in their hands and they know it. These local clubs, they’re not just for sport; they’re the heartbeat of the community, a reason for a tribal rallying cry that’s been passed down generationally. When these institutionalized tribesmen take to the streets, draped in the colors of their clan, people take notice. Rival fans hurl insults as casual as a greeting, and for the ones to bleed the same kit colors, even a gaze in the eyes and a head nod can bring a kindred spirit, making the world make sense for a moment, an electric high of ‘we’re in this shit together’.
This, is the true essence of Argentine football culture – a primal connection to the land, (aware of it or not) and to the fabric of what it means to be human. A reminder that in this modern globalized world, there’s some old ways that refuse to lose their flame. As I finish my cigarette, I can’t help but wonder how it must feel to be raised with this madness, the raw emotion, both ecstasy and despair. Singing songs for your colors, and having strangers making it into a tribal choir. There’s only one way to truly feel it; experience it first hand, become a member and let the madness consume you until you’re no longer sure of where you and the tribe begins. In the end, that’s what this is about, loosing yourself in the collective emotion of the moment, feeling reborn, a true child of the beautiful game.
Jordan, es un escritor y viajero canadiense, viviendo actualmente en Buenos Aires.