Si todos fuesemos Ricos

Todo el mundo millonario

El absurdo de la autoayuda millonaria y la trampa del capitalismo.

Imagina que un día, los dioses de la ambundancia en un desliz, premiaran a todos los jugadores de la lotería a la vez y cada boleto fuera el ganador… La fantasía de la abundancia infinita hecha realidad!

La primera reacción es euforia: todos pueden pagar sus deudas, renunciar a sus trabajos y comprar lo que deseen. Pero en cuestión de días, la economía colapsa. Nadie quiere trabajar. Los productos desaparecen porque nadie los produce. El dinero pierde valor porque, si todos lo tienen, deja de ser un bien escaso. El sueño de la riqueza universal se convierte en una pesadilla de caos.

Esto es lo que llamo la Paradoja de Todopoderoso, inspirada en la escena de la película Bruce Almighty en la que Jim Carrey, con poderes divinos, concede el deseo de ganar la lotería a todos los participantes. El resultado: cada ganador recibe unos miserables 17 dólares, porque el premio se divide entre millones. Nadie se hace realmente rico, pero todos están furiosos.

Ahora, traslademos esta paradoja a los libros de autoayuda financiera escritos por millonarios.

Los Gurús del Éxito y la Gran Mentira

Si has entrado a una librería últimamente, habrás notado una sección que parece un altar al capitalismo: los libros de autoayuda financiera. “Piensa y hazte rico”, “El secreto”, “Padre rico, padre pobre”, “Véndele a la mente, no a la gente”… una avalancha de títulos que prometen enseñarte el camino hacia la riqueza.

El patrón es siempre el mismo: un millonario filantrópico, que ya ha conquistado el Olimpo financiero, decide compartir su sabiduría con los mortales. Te dice que pienses en grande, que trabajes duro, que inviertas, que no desperdicies tu tiempo en empleos mediocres y que el éxito vendrá solo.

Pero aquí está el truco: si todos aplicaran sus consejos, el sistema colapsaría igual que en la Paradoja de Todopoderoso.

¿Por qué? Porque el capitalismo no está diseñado para que todos sean ricos. Su estructura depende de la desigualdad. Para que haya millonarios, tiene que haber pobres. Para que exista una élite, alguien debe servir cafés, limpiar oficinas y manejar Uber.

Si todos se convirtieran en empresarios exitosos, ¿quién haría los trabajos esenciales? Si cada persona fuera su propio jefe, ¿quién trabajaría para quién? Y si cada emprendedor lograra su libertad financiera invirtiendo en bienes raíces, ¿quién pagaría el alquiler si todos son dueños?

La riqueza, en el sistema actual, no es un derecho universal, sino un juego de suma cero. No todos pueden ganar, porque el dinero no se imprime mágicamente; se extrae del esfuerzo de otros.

El Problema con el “Todos Pueden Ser Ricos”

Los libros de autoayuda financiera venden una idea reconfortante: la riqueza es accesible para cualquiera, solo necesitas la mentalidad correcta. Pero ignoran variables clave:

1. El punto de partida no es el mismo para todos. No es lo mismo empezar con una herencia, contactos y educación privada que desde la pobreza.

2. El capitalismo es una pirámide, no un círculo. La movilidad social es limitada. Los ricos suelen quedarse ricos, y los pobres encuentran muchas barreras para salir de su situación.

3. Si todos son inversionistas, no hay trabajadores. El mercado necesita empleados más que empresarios. Si todos abrieran su propia empresa, tendríamos más oferta que demanda.

4. El sistema financiero es un filtro, no una fuente infinita de riqueza. La bolsa de valores no genera riqueza de la nada, sino que redistribuye dinero de inversionistas menos hábiles a los más experimentados.

¿Entonces, No Hay Esperanza?

Esto no significa que la gente no pueda mejorar su situación económica. Pero el problema de estos libros es que presentan el éxito financiero como una cuestión de actitud y voluntad individual, sin reconocer los límites estructurales del sistema.

La verdadera educación financiera debería incluir una visión crítica del capitalismo y reconocer que el éxito individual no significa automáticamente el bienestar colectivo.

El dinero, al igual que en la Paradoja de Todopoderoso, pierde su valor cuando todos lo tienen. Para que exista la élite, tiene que haber una base que la sostenga.

Así que la próxima vez que alguien te diga que solo necesitas “pensar como un millonario” para hacerte rico, recuerda: si todos fueran millonarios, nadie lo sería.

El Capitalismo y la Democracia: ¿Lo Mejor Dentro de lo Posible?

Hasta aquí, parece que el capitalismo es un villano inevitable. Pero es importante reconocer que, pese a sus falencias, sigue siendo el mejor sistema económico que la humanidad ha creado.

El capitalismo es al sistema económico lo que la democracia es al sistema político: imperfecto, pero superior a las alternativas.

1. Genera incentivos para la innovación y el progreso. A diferencia de economías centralizadas, donde el Estado decide qué se produce y cómo, el capitalismo permite que la competencia genere mejoras constantes. Desde la tecnología hasta la medicina, los avances más importantes han nacido en entornos capitalistas.

2. Ofrece libertad de elección. Puedes elegir qué consumir, dónde trabajar, qué estudiar y qué emprender. En sistemas económicos alternativos como el comunismo, el Estado determina qué puedes hacer y cuánto puedes ganar.

3. Se adapta mejor a la realidad humana. No somos iguales en talento, ambiciones ni esfuerzo. Un sistema que premie la productividad y la creatividad es más funcional que uno que imponga igualdad absoluta sin importar el mérito.

4. Ha sacado a millones de personas de la pobreza. Aunque genera desigualdad, ha sido el motor detrás del crecimiento económico global, reduciendo la pobreza extrema en países que han sabido implementarlo con regulaciones adecuadas.

Entre la Ilusión y la Realidad

La idea de que todos pueden ser ricos es un mito. El capitalismo necesita desigualdad para funcionar, pero también ha demostrado ser el sistema más eficiente para generar riqueza y progreso.

La clave no está en creer que todos pueden ser millonarios, sino en buscar un equilibrio: regulaciones inteligentes, oportunidades reales de movilidad social y una cultura económica basada en la educación más que en la ilusión.

Al igual que la democracia, el capitalismo no es perfecto, pero sigue siendo la mejor opción disponible. Porque, al final del día, cuando todos ganan la lotería, nadie gana realmente.

Leandro Andrés D’Agostino Lupes

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