Negar la pulsión del arte, ignorarla, combatirla, podría ser un pasaje directa a la alienación, una forma de locura inducida por uno mismo.
La figura de Van Gogh como genio artístico fue maltratado por su entorno social, rechazado en su peculiar impronta hacia la vida y la creación, y en cierta medida empujado al suicidio.