
Desde tiempos inmemoriales, el arte ha sido una de las formas más sublimes de expresión humana. Sin embargo, quienes lo crean suelen exudar un carácter egocéntrico, a menudo percibido como narcisista o ególatra. ¿De dónde surge esta tendencia? La respuesta se encuentra en la psicología del desarrollo y en las condiciones sociales que rodean a los artistas desde su infancia.
El Artista Precoz y su Rol en la Infancia
Antes de formarse como artistas, muchos creadores ya eran artistas. Sus habilidades no surgieron de la nada, sino que se manifestaron desde edades tempranas como una necesidad de expresión. Dibujar, tocar un instrumento o bailar no son solo talentos, sino herramientas para interactuar con el mundo y captar la atención de los demás.
En la niñez, el arte se convierte en un mecanismo de comunicación y validación. El niño que no encuentra las palabras adecuadas para expresar su afecto, su frustración o sus inquietudes, lo hace a través de un dibujo detallado, una melancólica melodía o una danza cargada de emoción. Las batallas de soldaditos de plástico dan paso a performances gráficas donde los trazos se acompañan de sonidos y diálogos, creando un universo propio en el que el joven artista es el director absoluto.
Este reconocimiento temprano genera un refuerzo positivo que se perpetúa con el tiempo. Padres y familiares destacan sus habilidades, diferenciándolos del resto de los niños. Así, los artistas precoces aprenden rápidamente que su talento es un medio para obtener atención, reconocimiento y, en muchos casos, afecto. La abuela nos reprende, y salimos del brete con un dibujo amoroso; no encontramos las palabras para declarar nuestro amor y lo solucionamos con una melodía. En poco tiempo, el niño-artista se acostumbra a convertir la indiferencia en deferencia y a recibir más besos y aplausos.
La Construcción del Ego Artístico
El artista precoz desarrolla un sentido de identidad basado en su arte. La admiración de los otros refuerza su autoimagen, llevándolo a percibirse como alguien especial, distinto, incluso superior. Este proceso psicológico se conoce como refuerzo intermitente, donde cada reconocimiento impulsa la creencia de que su valor está ligado a su creatividad.
Pero este fenómeno no es solo personal, sino también histórico y cultural. Desde la antigüedad, los artistas fueron empleados por el poder para el placer del poder: el rey, la iglesia o la burguesía. Sin embargo, no siempre tuvieron identidad propia. Obras grandiosas como las cabezas olmecas, la esfinge de Giza o el ejército de terracota de Xi’an fueron creadas por manos anónimas. Fue en el Renacimiento cuando los artistas comenzaron a firmar sus obras y a construir su propio mito.
El gran responsable de este cambio fue Giorgio Vasari, quien en el siglo XVI escribió Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos. Con ello, sacó del anonimato a los creadores y les otorgó biografías que los elevaban por encima del resto de los mortales. A partir de entonces, no solo la obra era importante, sino también el autor. El artista dejó de ser un simple ejecutor para convertirse en una figura épica, alimentando así la idea de que su arte era una manifestación de su genio individual.
Casos de Artistas Precoces y su Egolatría
La historia está llena de artistas precoces cuya relación con la validación temprana moldeó su personalidad ególatra.
- Pablo Picasso: Desde niño, su talento para el dibujo era indiscutible. Su padre, también pintor, reconoció en él un prodigio y lo incentivó a desarrollar sus habilidades. La constante admiración que recibió cimentó su fuerte personalidad y su convicción de ser un genio. Él mismo declaró: “Desde niño pintaba como Rafael, pero me llevó toda una vida aprender a pintar como un niño”. Su egolatría no fue gratuita: desde la infancia, el mundo lo trató como alguien especial.
- Wolfgang Amadeus Mozart: A los cinco años ya componía y tocaba para la realeza europea. La validación externa y la presión por mantener su estatus de niño prodigio lo llevaron a desarrollar una personalidad que oscilaba entre la extrema seguridad en su talento y la vulnerabilidad emocional.
- Kanye West (caso contemporáneo): Desde joven, West fue reconocido como un prodigio de la música. Su confianza extrema en su talento y su autopercepción de grandeza son un reflejo moderno del fenómeno de la egolatría en los artistas precoces.
¿Egocentrismo o Necesidad?
La egolatría en los artistas no es un capricho, sino una consecuencia psicológica de su desarrollo. Desde la infancia, el arte se convierte en su lenguaje y en la vía para obtener validación. La historia del arte y la cultura refuerzan esta percepción, convirtiendo a los artistas en figuras casi míticas.
No es casualidad que hoy sus nombres sigan resonando y que sus obras viajen incluso más allá de la Tierra, en discos de oro a bordo de sondas espaciales, rumbo al infinito. Si el arte es inmortal, el artista quiere serlo también. ¿Cómo no ser ególatras?

La inmigración en el proyecto de organización nacional de Argentina

Cultura alimentaria en Argentina
