NETFLIX/SONY TELEVISION. 2019.
“Walter White es un monstruo más grande que cualquiera en Poniente”, expresó George R. R. Martin (el creador de la saga que dio vida a la exitosa “Juego de tronos”).
El universo creado por Vince Gilligan en 2008, que narra la traumática metamorfosis de Walter White (interpretado por Bryan Cranston) de víctima al temible victimario “Heisenberg”, continúa. Y el solo hecho de que siga es una gran noticia.
Breaking Bad, no es una apología del uso de drogas, ni un mapa para insertarse en la ilegalidad, más bien es todo lo contrario, es la materialización de una advertencia contundente, con un mensaje complejo y simple al mismo tiempo, en código de pregunta: “¿La adicción es enemiga de la libertad o la libertad es la adicción de sentirnos vivos bailando al borde de la muerte?” Una posible respuesta a tal cuestionamiento la responde el mismo Walter transformado definitivamente en Heisenberg, en el último capítulo cuando dice que su vida en pos del monstruo, lo hizo por él, que disfrutaba de ello, porque entendía, sabía que era exitoso siéndolo y que además lo hacía sentir vivo.
En BB, no hay buenos, no hay malos, existen personas aparentemente bondadosas que hacen actos terribles, y humanos de aspecto malvado que realizan acciones bondadosas, como una analogía a muchos de los dilemas que propone la Química, ciencia de la que proviene el amable profesor Walter. Aquí se rompen leyes aparentemente inalterables, igualmente la ficción nunca supera a la realidad, solo se limita a representar de la mejor forma posible lo que en realidad sucede.
El caos y el orden, dos caras de la misma moneda, definen por penal a lo largo de las cinco temporadas de la serie. El aleteo de la mariposa en el Océano Pacífico produce tifones impredecibles sobre el Océano Atlántico. La tensa relación llena de altibajos entre Walter White y Jesse Pinkman, es el núcleo esencial para entender esta clase de química propuesta por Gilligan.
White no acepta a Pinkman, ni Jesse tolera a Walter; White explota a Jesse y Pinkman hace lo mismo con Walter. Como dijo Jorge Luis Borges “No los une el amor sino el espanto”. Heisenberg (el ser que roba el cuerpo de White) no nace, surge desde el lugar donde siempre estuvo latente a la espera de que su carcelero olvidara ponerle llave a la celda que lo contenía.
BB no tiene máximas ni dogma ni lógica, por eso es difícil pensarla en clave binaria o creer que solo existan dos colores neutros; la escala de matices es la que manda. La trama no tiene cura, solo cuidados paliativos, a veces ni siquiera tiene sentido intentar decodificarla, es mejor dejarla ser; se parece a ese viento de verano en pleno invierno que llega de repente del cual desconocemos de dónde viene y a dónde va.
“El camino”, que se va a estrenar en Netflix el próximo 11 de Octubre, describe en clave de film el itinerario de Jesse Pinkman (interpretado por Aaron Paul) cuando se despide de Walter. La película toma su nombre de un auto de de la marca Chevrolet fabricado en 1978, fue dirigida y escrita por Vince Gilligan. El misterio de 122 minutos que se desvelará próximamente seguramente no seguirá certezas, pero la único certeza es que estoy ansioso por que se estrene, siempre es bueno insertanos en el diálogo del orden caótico que propone Breaking Bad y que nos recuerda que el control es solo una ilusión.
“Para millones de personas las drogas sirven hoy, como las religiones y la alta cultura ayer, para aplacar las dudas y perplejidades sobre la condición humana, la vida, la muerte, el más allá, el sentido o sinsentido de la existencia.” Marios Vargas Llosa