Parte de la magia de la música es su capacidad de transportarnos en el tiempo. 1980 en Argentina correspondió a una etapa gris de los años de dictadura (1976-1983) signada por el cautiverio que vivimos como sociedad, justificado por la necesidad de “orden”.
Una vez alguien en la universidad me recomendó no fiarme del periodismo si mi interés por el pasado me tentaba en buscar testimonios; “lea poesía, algún libro u obra de la época para encontrar la verdad”, aconsejó el profesor.
En 1980, sonaba Serú Giran, la banda de rock liderada por Charly García. En Argentina, muy pocos tenían un televisor color, no había transmisión las 24 horas y a las 12 de la noche muchos de los canales dejaban de transmitir. Por la mañana, a eso de las 9, solo transmitían una “señal de ajuste”, un gráfico que servía para que los técnicos de televisión y los fabricantes calibraran sus televisores.
A falta de telefonía celular que llegaría en 1989, en 1980 no todos los hogares tenían teléfono de línea, ni eran digitales. No había shoppings ni quioscos abiertos las 24 horas.
En 1980 llevábamos 4 años de dictadura militar, hacía dos años que éramos campeones de fútbol del mundo y faltaban dos para la guerra de Malvinas. Eran comunes las razias y los arrestos “por averiguación de antecedentes”, sufrir maltrato, golpizas y apremios ilegales. Había cancelaciones de shows, acoso y arresto de espectadores.
Charly García cantaba:
“A simple vista puedes ver, como borrachos en la esquina de algún tango, a los jóvenes de ayer…”
“Empilchan bien, usan tupé, se besan todo el tiempo y lloran el pasado, como vieja en matinee…”
El gobierno militar tenía modelos para catalogar a la sociedad. Modelos de zurdo, modelos de terrorista, y modelo de juventud.
Los canales de televisión y las radios estaban intervenidos, y desde allí la propaganda de la dictadura nos hablaba de orden y normalidad. “Grandes valores del tango” era el programa más odiado por los jóvenes por representar todo lo que no queríamos ser en esa época.
“Miralos, miralos, están tramando algo. Pícaros, pícaros. Quizás pretenden el poder…”
Su animador, el eterno Silvio Soldán, recorría las mesitas del falso club nocturno presentando a la fauna cabaretera del tango argentino, gente de edad velada por bisoñes y tintura barata.
“Míralos, míralos, son nuestros nuevos Dorian Grey…”
Entre las atracciones vernáculas, se alentaba la promoción de niños cantores, vestidos, peinados y guionados para potenciar la picarezca complicidad del anfitrión. Esta suerte de enanos de pelo corto engominado, terminaba instalándose en los comentarios domésticos a los hijos: “¿Cuanto tiempo hace que no vas a la peluquería? Así terminás con esos pelos largos…” o “Escuchá música de hombres en lugar de esos ruidos…”
“Grandes valores del ayer, Serán los jóvenes de siempre, Los eternos, los que salen por TV…”
“Grandes valores…” tuvo la virtud de atravesar varias dictaduras desde su origen en la radio por 1951 repitiendo su fórmula.
Según la mitología griega, cuando Cronos supo que estaba destinado a ser derrocado por uno de sus propios hijos, como él había derrotado a su padre, se comía a sus propios hijos tan pronto nacían.
Eso nos pasó en 1980.
Aníbal A. Rodríguez, es Licenciado en Gestión del Arte y la Cultura por la Universidad de Tres de febrero, UNTREF (Buenos Aires, Argentina)
Artista digital como Aníbal Pees Labory, egresado de la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano (Bs, Aires), Diseñador gráfico y audiovisual.
Fundador y director de “HUMUS” y “CUIDATE CULTURA”.