Brasil vs Argentina es un clásico del fútbol sudamericano que no empieza con el pitido del referí sino muchas horas antes y finaliza varias horas después del pitido final.
El deseo de todo argentino es que sus equipos de fútbol ganen a Brasil y si es en el estadio Maracaná, mejor. Allí se dan duelos que dejan corazones destrozados, ríos de lágrimas de dolor o alegría en catidades iguales.
La ceremonia de inicio se dio tan amena y espectacular como siempre, los equipos cantaron sus himnos nacionales y se saludaron amablemente, pero antes de que sus capitanes intercambiaran banderines, comenzó una gresca sin precedentes en la tribuna entre simpatizantes argentinos y la feroz policía antidisturbios brasileña.
No se sabe qué desencadenó el disturbio pero sí la generosidad de la policía brasileña para repartir sus dolorosos palazos sin distinguir a agresores de inocentes. Cuando parecía acabarse la escaramusa, no faltaba un argentino avalanzarse e intentar capturar a alguno de los policías, amparado por la lluvia de butacas arrojadas a los agentes del orden.
El capitán Messi rompió filas y junto a sus 10 gladiadores se dirigió hacia la tribuna a pedir paz y exigir a la policía que terminara con sus golpes. Fue inútil, y ante la fallida gestión pacifista, el argentino, claramente disgustado hizo un gesto de retirada y abandonó la cancha seguido por sus diez hombres.
Los jugadores brasileños lejos de acompañar la intención del equipo argentino, fueron meros espectadores de la batalla. Las autoridades de la AFA, notablemente enojadas se acercaron a sus pares brasileños y les dijeron algo tapándose la boca para que la prensa no pudieran leer sus labios y luego siguieron la orden tácita del capitán Messi, y abandonaron el campo de juego.
La televisión nos mostraba un contrapunto a pantalla partida de la llegada de los futbolistas al vestuario, y la trifulca. Pasados más de treinta minutos, cuando todo el estadio y los millones de televidentes pensábamos que se suspendía el partido, a la tormenta sucedió la paz y se inició el juego.
Un juego “picante” parecido a un festival de fouls, con breves chispas de fútbol.
No pudimos ver la genialidad de Messi ni la magia de Qatar 2022 cuando el equipo se consagró campeón del mundo. Fue más parecido a un ataque de pirañas amazónicas que a un espectáculo deportivo: cada vez que algún albiceleste llevaba la pelota era perseguido por tres brasileños y alguien terminaba abatido. La estadística habla por sí sola: 26 faltas de Brasil y 16 faltas de Argentina, a un promedio de una falta cada dos minutos.
Así suelen ser los clásicos del futbol sudamericano…
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