La vida cotidiana actual está cruzada de rastreos, datos e interacciones que quedan registrados y que luego aplican a alguno de los algoritmos que se usan para “ayudarnos a entrar” lo que necesitamos.
Que estés viendo lo que ves en tus redes sociales, las noticias de Google o las búsquedas que realices, es trabajo del algoritmo.
Algoritmo es un Conjunto ordenado de operaciones sistemáticas que permite hacer un cálculo y hallar la solución para un tipo de problemas.
Por ejemplo, si el problema de una empresa es que no vende lo suficiente, el algoritmo hace que su publicidad aparezca en tu dispositivo la cantidad de veces suficiente como para que lo compres, que lo recuerdes y cuando alguien te pregunte, lo recomiendes.
Buscas en Google dónde comprar zapatillas, una cacerola o una puerta y el primero que aparece es Mercado Libre. Ese es el algoritmo…
Entras a Mercado libre, averiguas por esos artículos y te vas para Facebook, y allí oh sorpresa, aparecen esos artículos!. Obra del algoritmo.
Entras a la página de tu periódico favorito y allí te esperan los avisos de Mercado libre, ¿con qué? con los avisos que estuviste viendo… más los que viste la semana pasada! Ese es el trabajo del algoritmo.
El algoritmo opera con las variables que obtiene de los datos que le entrega tu navegador… o tu smart TV, o tu teléfono… o lo que escucha Alexa, el asistente virtual de Amazon.
El algoritmo, toma todos los datos que fuiste esparciendo mientras navegabas, mirabas y hablabas, y de todo eso va a encontrar más de lo que buscabas y te lo va a meter delante de tus ojos cada vez que tenga la oportunidad.
Esto que parece fantástico, lo es solo para la fábrica que quiere venderte algo, pero qué pasa si estás buscando otra alternativa mejor o distinta???
Esto me recuerda a los antiguos autómatas jugadores de ajedrez o gitanas leyendo la suerte, envueltos en un halo de maravilla cuando en realidad tenían un enano adentro que los operaba. Porque el algoritmo ofrece más de lo que buscabas y eso es un engaño, porque si la búsqueda se basa en lo recorrido, nunca mostrará un mejor camino.
En un punto esto de conocer nuestros gustos y mostrarnos más de lo mismo tiene consecuencias desastrozas en algunos aspectos. Se puede ver en Spotify cuando armás una playlist y al rato te devuelve un “Daily Mix” con lo mismo pero mezclado y con algunos artistas que saca de la galera.
Si sos un músico innovador, tenés pocas chances de que alguien te encuentre hasta tanto no se haga popular el género que practicas. Porque ciertamente poner nombres y clasificar es un indicador de poder; ya ves, si no existe categoría en donde ponerte, difícilmente Spotify encuentre lugar en donde ponerte.
Dicho de otra manera, si querés que alguien te escuche tenés que imitar a otro, encajar en alguna categoría aceptada por Spotify, entonces el algoritmo te va a aceptar como algo-que-ya existe-y-es tan masivo-que hubo que crear-su propia categoría.
Peor es con los medios masivos de comunicación que basan sus contenidos en los algoritmos de ranking. Así es posible ver como una misma noticia se replica en todos los canales de TV. Terminamos sabiendo más de los romances de la china Suarez (actriz y modelo mainstream), que de un concierto o un libro.
Nos devoran nuestro tiempo y nos quieren convencer que lo visto por millones necesariamente es bueno. Es la consagración del ranking en connivencia con el algoritmo.
Todo esto lleva a la degradacion de la información, de los gustos y de los consumos culturales. Solo una educación sólida nos pone a salvo, cultivar pensamientos propios, críticos basados en nuestra experiencia en lugar de rankings.