El rechazo es una reacciòn natural que esconde temor frente a lo desconocido.
Crecemos escuchando y viendo productos de las industrias culturales,
cualquier cosa fuera de los medios y formatos a los que nos han acostumbrado, se percibe extraño.
Pero esos productos y formatos de las industrias culturales
tuvieron origen mucho tiempo antes.
Por ejemplo, Cuando escuchamos experimentaciones sonoras de los años 60 es posible reconocer algunos sonidos actuales.
Lo que entonces se conoció como sonidos sintéticos, devino en emuladores digitales de instrumentos musicales.
Lo mismo sucede con las artes visiuales, películas o videos, presentan rasgos estéticos que podrían rastrearse en muestras y museos de hace 50 o más años.
Si invertimos esta premisa, podríamos afirmar que lo que hoy se ve en una muestra de arte podría ser parte de lo que veremos unos años más adelante.
Pareciera que parte de la experimentación artística irá decantando hacia las industrias creativas en algún momento y eso se debe a que la industria, en búsqueda de novedades para ganar de mano a sus competidores, incorpora innovación, que adapta a sus formatos para luego lanzarla masivamente.
Lo que hoy produce rechazo por desconocido, mañana podría ser aceptado y viceversa.
Casos así hay varios, que van desde lo que comemos hasta lo que escuchamos.
En los años cincuenta a los niños se les servía vino con soda en las comidas; las películas duraban tres horas y los juguetes pasaban de una generación a otra; todas cuestiones que hoy se ven ridículas;
Pero así hacemos entre todos la cultura: producir vino era más barato que fabricar soda con gusto; la televisión bajó la duración de las películas para poder exhibirlas y los juguetes que tanto duraban llevaron a la ruina a sus fabricantes.
Estamos en un ecosistema cultural vivo, que se adapta para convertir lo desconocido en conocido.