Un vino del que llegó a venderse más de un millón de litros y se producía en la zona del río de la plata con viñedos en pleno corazón de la ciudad de Buenos Aires en el siglo XIX.
Llegados como inmigración masiva a fines del siglo XIX, españoles e italianos cultivaron en sus quintas verduras, hortalizas, frutales y vides para consumo propio y para proveer al mayor mercado consumidor del país, la ciudad de Buenos Aires.
En la costa Bonaerense del río de la Plata, los inmigrantes genoveses desembarcaron su cultura, costumbres y esperanzas. En la zona de Villa Dominico y zonas aledañas se asentaron y construyeron casas de chapa y madera, canales, y transformaron esos matorrales en huertas.
Allí además plantaron esquejes de vid que traían en los barcos. Esa uva se conoce como chinche o Isabella con la que se elaboró el «vino de la costa».
La magia ocurría cuando las familias se juntaban a pisar la uva, un rito ancestral de la comunidad. El proceso de elaboración del Vino de la costa era totalmente artesanal y en cada casa era posible encontrar entre conservas y embutidos, una o varias botellas esperando el momento de ser destapadas.
Este vino, de aroma frutado y sabor característico, cuya graduación alcohólica (entre 9° y 10°) es menor que otros, es natural, sin conservantes ni aditivos y se lo reconoce como excelente para acompañar asados, empanadas, picadas y fiambres caseros.
El «Vino de la Costa» alcanzó niveles de producción industriales. Entre las décadas de 1940 y 1960 se llegaron a vender más de un millón de litros anuales, provenientes de más de 300 hectáreas de vides y de 22 bodegas habilitadas. Sin embargo se vio amenazado por el avance de los vinos cuyanos, las extraordinarias crecidas del río de la plata y la migración de los quinteros ante el crecimiento de la metrópoli.
En el presente, aun hay productores , que respetando el espíritu que le inculcaron sus ancestros, siguen produciendo el “Vino de la Costa” con el mismo amor y dedicación que aprendieron de sus nonos en esta bendita tierra.
M&E